Cuando te hieren

Un corazón herido 
expulsa veneno 
Un alma rota 
lanza púas 
Un espíritu desolado
infecta 
y una sonrisa falsa 
apuñala 
Una mente contaminada 
engulle y regurgita 
Y si todas estas partes 
en el mismo ser habitan
son coctel de miserabilidad infinita 

Si escarbar en él 
causa molestias que se evitan
y más bien se extasía
en el "así soy yo" 
ser entonces vil verdugo 
de las almas que se acercan 
se convierte en la única opción 

Te compadezco, 
no podría odiarte 
¡Pobre alma en pena!
Cargando con penurias 
con dolores, con rencillas, 
con otras tristezas ajenas 

Me apiado de ti 
de tu podredumbre, 
y de toda tu miseria 
de tu corazón lastimado 
del alma desahuciada 
de tu espíritu en tinieblas 

Sobre todo de aquella sonrisa 
que por fuera del pecho golpea 
y dentro del cuerpo y la mente 
entre espinas solo se enreda... 

Pirómano sentimental

Tuviste el descaro
de volverte pirómano
de nuestro imponente
y hermoso bosque…
Cuando nos había tomado
tanto tiempo y esfuerzo,
sembrar
y verlo crecer.

Lo incendiaste de pronto,
lo incendiaste de veras,
le quitaste la ilusión
de renovarse otra vez.

Le prendiste fuego de forma planeada.
Y lo dejaste solo,
mientras ardía sin más:
Evitaste que desde el río,
el agua llegara
desviaste a los bomberos
que quisieron ayudar.

Y me dejaste morirme
abrazada por las llamas,
fingiendo que no me veías,
fingiendo que no estaba más.

Y tuviste la osadía
de ofrecerme una manta,
cuando mi cadáver calcinado,
en el polvo -confuso-
estaba envuelto ya.

Y tu cinismo
parecía ser entonces
preciado líquido vital,
pero, tus excusas
algo tarde y sin hacerte honores,
ya no me podían levantar.

Yo quiero entender
cómo es que resulta juego,
el verdor y la vida de un bosque
enteramente, incendiar.

Vegetativo

Me han hablado tanto de ti
esta sórdida noche.
Mientras aquí
yace mi cuerpo mudo.
Te han descrito como nunca,
como antes,
como siempre.
Y sin saberlo,
ahora que recuerdo,
he estado constantemente tan cerca,
tantas veces.
Un constructo ajeno refirió
tu aliento de hiel.
Y “lo inexplicable de tu silencio,
tu oscuridad infinita
y el miedo letal”.
Todo, ha ido coincidiendo
en una última mirada,
en los últimos abrazos:
El de mi abuelo,
el mi abuela,
el de mi amigo y el que ahora me dan.
He rozado tu manto,
tus huesos y tu voz.
Te he sentido en la casualidad,
en el accidente,
en la espera…
Me han enviado tus palabras,
los sueños,
el hospital,
las caídas
la soledad…
Y el susurro del demonio tentándome
a absorberme a mí misma.
Y ahora,
está esta pasarela de cuerpos
invisibles a mi nuevo estado,
rondándome,
juzgándonos;
sin que sepan que tú y yo
no somos más enemigas.
Me pregunto,
mientras ellos parecen
otra vez hablar de ti,
si tú eres feliz con lo que dicen.
Antes,
era horror, tu solo sustantivo.
Y ahora,
que tu piel descascarada se une con la mía,
te veo distinta.
Estás cambiada,
ya no eres susto,
Das gusto… Y ¡qué gusto!
Parece que a lo lejos
me invitas a seguirte.
Estás radiante,
preciosa,
bendita.
Meditas sin rostro a distancia,
y a la vez tomas mi mano.
Omnipresente,
ausente,
consciente.
Lo soy todo y nada en tus labios
que pronuncian mi nombre, repetidamente.
Estoy para entregarme a ti,
mientras las plegarias
me llaman desde las raíces.
Y no quiero oírlas.
Ya no quiero oírlas.
Ahora solo quiero tus frases cortadas
que indican caminos que se construyen mientras floto.
Que me dejen en paz
los vicios del amor terrenal,
de la esclavitud emocional.
Porque ya no quiero oírlas.
Ya no quiero oírlas.

Maternidad ignorante

Convierte el sol en migajas de luz para su camino.
Mientras él, le vomita fuego.
No sabe hacer otra cosa.
Y ella no sabe mirar a otro lado.

Cambia el sentido al tiempo
para regalarle más días.
Mientras usa herraduras verbales,
y la marca contra su voluntad.
No sabe defenderse el pellejo.
No sabe usar del todo su voz.

Cosieron sus ideas a la tradición,
la cocieron con el sudor de la vergüenza.
Se fundió su opinión durante siglos,
con muestras de respeto aparentes.

Y tú, que la enviaste al mundo carnal
en cuanto te cortaron la fuente,
la bañas en culpa sin remordimiento alguno.
Y tú, que te finges señora decente,
la cubres de estiércol con cada expresión.

‘Mantener apariencias cuesta conciencias’.
No has cortado el hilo que arrastra nudos,
y la has ahorcado con uno de ellos.
Morada del miedo,
grita piedad a tu sordera conveniente.
Y tú, la ignoras frente a su captor.
Y te sientas a la mesa mientras le sonríes
cálida y de frente.

Y ella entonces, filtra la lluvia de sus ojos,
por su boca bonita, para hacerla cristales
que iluminen tu ignorancia
que interpreta
como amor…
Porque debes quererla igual,
porque ella piensa que lo haces.
Y te busca para cicatrizar
mientras por debajo
la lanzas a sus fauces.

Ablación

Privilegio de Occidente,
razón de horror del otro lado.
Placer desconocido en Oriente,
al otro extremo, no encontrado.

A alguien le han dicho donde quedaba.
Se ha sorprendido de no saber.
¿Cómo recordar lo que no estaba?
¿Cómo imaginar lo que nunca fue?

Le dijeron que era bautizo,
limpiarle el alma, purificación.
Le dijeron que su papá así lo quiso,
que no se discute lo que dice el varón.

El paraíso le fue arrebatado
aún cuando no balbuceaba ni ‘sol’.
Y ahora que quiere que la amen abajo,
no puede sentir allí el calor…

Le cuentan sus amigas ya en la universidad
a la que escapando de casa, ha podido entrar
que hay cosquillas y unicornios
que jamás verá…
Que sienten pena por ella,
porque tampoco pudo huir de la maldad.

Más, no se aflige sino que lucha
en nombre de ella y las demás
que se desangraron en aquel bautizo
que no llegaron su historia a contar…

Luto

Me enlutaré aunque no hayas muerto
para sacarte (ya) de mi alma.
Me vestiré toda de negro
y enterraré lo que aún de ti sobraba.

Me enlutaré sin buscar de nuevo,
tu perdón y tus alabanzas.
Le llevaré flores al recuerdo,
aceptaré que has muerto en venganza.

Me enlutaré como es debido.
Le guardaré respeto al tiempo.
Guardaré lo que de ti he recibido
en la caja de mi secretos.

Me enlutaré cumpliendo las leyes,
de los hablantes desde lejos;
que esperan que con intereses
pague el dolor de tu reflejo.

Me enlutaré porque es necesario
y porque necesito razones…
Preciso saber por tu obituario
que no escucharás más mis canciones.

Llegada la hora…

Me doy por vencida
en el arte de vencer.
Tal vez, debo cambiarme de bando.
Y sí: volverme parte de los malos.

Me doy por perdida,
debo mudarme de fe.
Tal vez, la ternura no ayuda.
Y sí: volverme de hierro y cigarro.

Me doy por hundida,
en el arte de emerger.
Tal vez, de nadar me he cansado.
Y sí: ahogarme en paz ‘ha de ser’.

Me doy por abatida,
debo mudarme de mes.
Tal vez, solo es un capítulo pinchado.
Y sí: habrán mejores fechas, lo sé.

¿Cómo es que cayó el dominó asegurado?
¿Cómo es que lo dejé resbalarse del ayer?
¿Cómo es que no vi la trampa de costado?
¿Cómo es que saboteé mi felicidad otra vez?

Toca, que llegada la hora,
no sabemos qué hacer.
Preparar una fiesta demora,
¿y qué hacer cuando el que falta es él?…
Toca, que llegada la hora,
a improvisar debemos aprender.
Soplar sin deseos las velas,
quitarse la idea de un final al revés.

Toca, que llegada la hora,
no sabemos cómo reaccionar.
Preparamos comida, fauna y flora,
todo para festejar a un compás.
De pronto, no llega el que era,
¿con quién bailamos el vals?
Toca, obviarnos rituales de fiesta,
seguir alegrándonos por lo demás.

Toca, que llegada la hora
no sabemos qué responder.
Y al resto de invitados otrora
debemos saber como a barcos, mover.
Palabras elegantes en discursos,
copas de Brutt y jazz de pie,
tal vez bailar con poesía,
al resto le quite el estrés.

Toca, que llegada la hora
sabremos como salir después…
La práctica la ha dado la vida,
manuales de cómo afrontar una siguiente vez.

Lola

Te envidio, Lola.
Y me odio, Lola.
¿Cuántas veces te tuve sola?
¿Cuántas veces agarré esa pistola?
¿Me dices dónde dejamos todo Lola?

Te destruí las manos en la alberca.
Te desgarré los músculos en la cerca.
Te quité la dignidad sobre la cama.
Te separé las piernas como toda una ‘dama’.

Y me envidio, Lola.
Y te odio, Lola.
¿Cuántas veces quemé tus manos con las cacerolas?
¿Cuántas veces me disculpé con diez frescas amapolas?
¿Regresas para decirme quién era, mi Lola?

Te arrebaté la sonrisa de la cara.
Me reí mientras te arrancaba las escaras.
Me burlé mientras llorabas en la almohada.
Te culpé por absolutamente todo lo que pasara.

Y me odio, Lola.
Y te envidio, Lola.
¿De dónde sacabas tu fortaleza?
¡Jamás vi al hombre que ‘te cubría con su grandeza’!
¿Vuelves para hablarme de él, mi Lola?

Te manipulé para que de ti te olvidaras.
Te manejé para que con nadie hablaras.
Te enseñé a maquillarlo todo con mentiras.
Te empujé a cubrirte las heridas.

Y te amo, Lola.
Y ya no me amo, Lola.
¿Por qué no callaste al niño en la carriola?
¿Por qué acabaste con la paz de la chabola?
¿Me esperas otra vez despierta, mi Lola?…

 

Sara (Aunque no te conozco…)

Hola.
No estaba preparada.
Tampoco tenía nada de qué presumir.
Hola.
Tal vez,
no te esperaba
y llegaste indiscreta
a finales de mi abril.
Dime, ¿cómo le explico al mundo,
a este mi mundo entero, que debo salir?
Si no te esperaste para llevarme de la mano,
si lo has hecho ya,
aunque no dije que sí.

Esa mañana salí sin despedirme,
mamá no cree entonces,
que ya no vuelvo más.
Esa noche vería a mis amigos
-con ellos iba a rendirme-
de tanto trabajar.
Ahora, traigo ese horrible saco
y esas medias gastadas para la eternidad.
¡Dime tan solo!…
¿Cómo le explico al novio
que sus carnosos labios no vuelvo a besar?

Tarde al medio día,
corría por el aula.
Me recuerdo agitada,
el tiquete perdí.
Bajé de prisa del auto,
en el futuro inmediato,
no sabía la alegría que me daría estar allí.
Más tarde, te conocí tan dulce
y en un santiamén maldito,
te fumaste mi frenesí.
Me fui contigo al infinito
y volamos juntas en un suspiro…
Mi misión acabo allí.

Apátrida

Ya no soy de la tierra de nadie.
No me siento
ni de la mía,
ni de la vuestra.
Ni de la que se olvida,
ni de la que me espera.
Soy tan solo de mis pasos errantes.

He perdido el norte,
el rumbo,
el apellido,
la sal.
He perdido la capacidad de identificarme y amar.

Y el vuelo sobre el mar
no es más un esfuerzo,
me he dejado llevar.
He perdido los mapas,
he borrado las rutas.
Me alejado de aquel paseo de grutas,
he perdido la paz.

Ya no soy de la tierra de nadie.
Mi corazón partió en barcos ajenos.
Y mi auto sabotaje perdió los frenos.
Murmuraron piratas nuevos,
«habrá perdido la misión,
habrá rogado por una muerte con veneno».
Me arrastré sin aliento y desnuda.
Nadé mares enteros y conté casi 365 lunas.
Y estuve como antes,
sin patria,
sin sueños,
sin padres,
sin sol.

Siendo turista de mi propia vida,
no me siento completa
ni aquí,
ni allá,
ni en mi antigua casa,
ni en mi nuevo sofá.
Tanto, que no me siento correcta
ni al respirar.

Soy la pasajera temporal de mi vuelta a casa
el equipaje más pesado,
el emocional.
¿Porqué nadie me advirtió sobre este duelo
y nadie dijo nada sobre aquel muerto que no se puede enterrar?
Nadie me dijo que ser apátrida duele…
Nadie me dijo cuan difícil era volver
después de emigrar.

Dedicado a todas las personas que salen de sus países a buscar un futuro mejor y luego sienten que no son de ningún sitio. Dedicado a Virginia.