Vegetativo

Me han hablado tanto de ti
esta sórdida noche.
Mientras aquí
yace mi cuerpo mudo.
Te han descrito como nunca,
como antes,
como siempre.
Y sin saberlo,
ahora que recuerdo,
he estado constantemente tan cerca,
tantas veces.
Un constructo ajeno refirió
tu aliento de hiel.
Y “lo inexplicable de tu silencio,
tu oscuridad infinita
y el miedo letal”.
Todo, ha ido coincidiendo
en una última mirada,
en los últimos abrazos:
El de mi abuelo,
el mi abuela,
el de mi amigo y el que ahora me dan.
He rozado tu manto,
tus huesos y tu voz.
Te he sentido en la casualidad,
en el accidente,
en la espera…
Me han enviado tus palabras,
los sueños,
el hospital,
las caídas
la soledad…
Y el susurro del demonio tentándome
a absorberme a mí misma.
Y ahora,
está esta pasarela de cuerpos
invisibles a mi nuevo estado,
rondándome,
juzgándonos;
sin que sepan que tú y yo
no somos más enemigas.
Me pregunto,
mientras ellos parecen
otra vez hablar de ti,
si tú eres feliz con lo que dicen.
Antes,
era horror, tu solo sustantivo.
Y ahora,
que tu piel descascarada se une con la mía,
te veo distinta.
Estás cambiada,
ya no eres susto,
Das gusto… Y ¡qué gusto!
Parece que a lo lejos
me invitas a seguirte.
Estás radiante,
preciosa,
bendita.
Meditas sin rostro a distancia,
y a la vez tomas mi mano.
Omnipresente,
ausente,
consciente.
Lo soy todo y nada en tus labios
que pronuncian mi nombre, repetidamente.
Estoy para entregarme a ti,
mientras las plegarias
me llaman desde las raíces.
Y no quiero oírlas.
Ya no quiero oírlas.
Ahora solo quiero tus frases cortadas
que indican caminos que se construyen mientras floto.
Que me dejen en paz
los vicios del amor terrenal,
de la esclavitud emocional.
Porque ya no quiero oírlas.
Ya no quiero oírlas.

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