Solsticios

Los alcanzamos a ratos.
Y, brillamos como si no hubiera mañana
para apagarnos de inmediato
al pie de nuestras sucias ventanas…
Somos los malditos solsticios de cuentos.

Abrimos el pecho,
brotan los árboles por sobre los techos.
Abrimos las piernas
y somos entre nosotros,
deliciosa carne en venta.
Solsticios de infierno,
solsticios de versos…
Afamadas historias de ego incompleto.
Somos lo último que queremos amar,
amándonos de nuevo.

Y no hay milagros
que nos salven de la condena.
Vamos hilando las penas,
en el superficial perdón.
Y no hay agua que llene
los pozos secos de una sed encubierta
esto es solo el comienzo,
de dos
que arriesgan inútilmente el corazón.

En nuestro solsticio,
se secan las vidas,
que resurgieron
de manera aparente.
En nuestro solsticio
florecen las cosas,
que con el mismo calor
se condenan a la muerte.

Y las ideas de angustia forman colmenas,
y las ansias de cambiarlo todo, enferman.
En nuestros vanos solsticios de verano,
abarcamos la galaxia con las manos.
Pero…
quemamos los cuerpos,
quemamos los ojos,
quemamos el derecho,
quemamos el enojo,
y nos llagamos la piel…
Y no nos queda nada.
Nada.

Turrón de miel

Dos pepitas de cristal, noche serena.
Me quisieron arrullar en luna llena.
Las dejé admirar una que otra vez mi pena.
¡Vaya pepitas de cristal y su interés en vela!

Dos pepitas de cristal sobre mis hombros.
Se cierran al mirar el sol, suspiros hondos.
Dos pepitas de cristal bajo esas cejas.
Marrones, Cafés, Castañas llámalas como quieras.

Dos semillas de dulce sandía tierna.
Acompañantes de una sonrisa bella.
Dos pepitas de fino cristal que no se venden.
Sabor a turrón de miel hecho al dente.

Brillantes soñadoras y coquetas.
Dos pepitas que conmigo dan la vuelta.
Dos pepitas que me miran de reojo.
Que le han perdido todo el miedo a los antojos.