Solsticios

Los alcanzamos a ratos.
Y, brillamos como si no hubiera mañana
para apagarnos de inmediato
al pie de nuestras sucias ventanas…
Somos los malditos solsticios de cuentos.

Abrimos el pecho,
brotan los árboles por sobre los techos.
Abrimos las piernas
y somos entre nosotros,
deliciosa carne en venta.
Solsticios de infierno,
solsticios de versos…
Afamadas historias de ego incompleto.
Somos lo último que queremos amar,
amándonos de nuevo.

Y no hay milagros
que nos salven de la condena.
Vamos hilando las penas,
en el superficial perdón.
Y no hay agua que llene
los pozos secos de una sed encubierta
esto es solo el comienzo,
de dos
que arriesgan inútilmente el corazón.

En nuestro solsticio,
se secan las vidas,
que resurgieron
de manera aparente.
En nuestro solsticio
florecen las cosas,
que con el mismo calor
se condenan a la muerte.

Y las ideas de angustia forman colmenas,
y las ansias de cambiarlo todo, enferman.
En nuestros vanos solsticios de verano,
abarcamos la galaxia con las manos.
Pero…
quemamos los cuerpos,
quemamos los ojos,
quemamos el derecho,
quemamos el enojo,
y nos llagamos la piel…
Y no nos queda nada.
Nada.

Al borde

La perfección es solo para la palabra.
Los humanos no aplicamos.
Pero, seguro, eso lo sabes.

La decepción en cambio viaja en la mirada.
Y aunque a veces nos excusamos
debe hallar ella un responsable.

Y en cierto punto (mío) de la historia
has sido tú la culpable.
Y al otro lado (tuyo) de la memoria
me he convertido en el dudoso confiable.

Estoy convencido
que el arcoiris sale contigo cada día.
Pero ‘de un tiempo acá’
el color primario es la agonía.

Si llegaras a encontrar el inicio de este enredo,
te amaré más allá de la fe y el propio verbo.
Si compraras ahora para la distancia
un boleto, te lucharé hasta convertirme en tu viaje eterno.

Amor mío, que no me aparte tu miedo.
Que el rencor crece como arbusto en invierno.
No me alejes con tus actitudes del calor de tu pecho.
Déjame caminar de tu mano
siempre bajo el mismo techo.

Gradibus

Génesis: un cigarrillo y una cerveza.
El pecado empieza en tu sonrisa
y termina en tu andar constante en mi cabeza.
¡Cuánta certeza!
Sin pensar en los riesgos…
¿Cómo pude vivir sin buscarme problemas?

Antiguo testamento: perdón y sacrificio.
Tienes el principio del amor
detallado en un manuscrito.
Tu anhelo fabrica ilusiones
con delicado artificio,
y la torpeza de tus actitudes
reduce mi existencia
a la espera interminable de un anciano en hospicio.

Epístolas: fortuitas casualidades
y voluntad de poder.
Me niego, te autoreprendes, nos limitamos.
Le doy clases a la conciencia
de excusas inteligentes
y de misterios encontrados.
Estándar, extraño, fuera de sí.
Idealizando personajes,
durmiendo con la mentira para reír.
Cuan cauto es el sarcasmo,
y el cinismo para seguir,
armas necesarias para en la batalla sobrevivir.

Apocalipsis: exceso de confianza,
delicado desinterés.
Al principio y al final de aquel puente,
las vigas no nos dejan caer.
Lo sabes, lo sé.
Barcos que surcan mares distintos
porque la seguridad de un puerto
suelen tener.
A la proa los silencios,
a estribor los porqués,
al timón «capitán acelero»
romperemos el casco
esperando saber como volver.

Cayendo

Cuerda sostenida por los lados,
tensa como piel ante alfiler,
par de soñadores esperando
beber de algún río, sin sed.

Impío el escándalo que cruje
entre lo que habla directo a la pared…
Cada quien tira para donde le conviene
y ruega que lo entiendan.

«Ofréceme una aseveración para calmar la obstinación de mi razón»
Estrenó entonces un par de discursos aparentes
cargados de emociones diferentes,
contrastando las opiniones
de quien actúa fingiendo ser consciente,
dictando una sentencia,  cual demente.

Postrada ante un sinfín de argumentos,
creando excusas vagas y tropezando en desaciertos.
Completa agonía, mintiendo y sonriendo;
harta, pero en silencio.

¡Asalto a corazón armado!
El uno pide voz, el otro pensamiento,
se alistan con sus trajes para el encuentro.
Uno lleva voz y el otro pensamiento.

Dos seres, entes destinados a la mortalidad, como todos los que llegan…
Queriendo exhaustos trascender en el mañana y contar como mendigos, las semanas.