Sin que tú supieras

Para que no me olvides
conjuré 3 abrazos
alrededor de tu pecho
y te encomendé en diez momentos
al majestuoso universo.
Acaricié tu rostro
con las puntas de mis dedos
cargadas de buenas energías
y los más tiernos deseos.
Secreteé a tu oído derecho
que valías toda la pena
y me dejé veinte suspiros regados
en la fiesta de tus caderas.
Decreté entonces:
será mi aliado el tiempo
que no irá restando segundos
sino respetando memorias.
Y así lo hice,
creé contigo
todos los mundos posibles en unas horas
que huían de la cotidianidad
y terminaban en sincera pleitesía
y los protegí con delicadas sonrisas
para que ni el futuro pueda implosionarlos.

Vegetativo

Me han hablado tanto de ti
esta sórdida noche.
Mientras aquí
yace mi cuerpo mudo.
Te han descrito como nunca,
como antes,
como siempre.
Y sin saberlo,
ahora que recuerdo,
he estado constantemente tan cerca,
tantas veces.
Un constructo ajeno refirió
tu aliento de hiel.
Y “lo inexplicable de tu silencio,
tu oscuridad infinita
y el miedo letal”.
Todo, ha ido coincidiendo
en una última mirada,
en los últimos abrazos:
El de mi abuelo,
el mi abuela,
el de mi amigo y el que ahora me dan.
He rozado tu manto,
tus huesos y tu voz.
Te he sentido en la casualidad,
en el accidente,
en la espera…
Me han enviado tus palabras,
los sueños,
el hospital,
las caídas
la soledad…
Y el susurro del demonio tentándome
a absorberme a mí misma.
Y ahora,
está esta pasarela de cuerpos
invisibles a mi nuevo estado,
rondándome,
juzgándonos;
sin que sepan que tú y yo
no somos más enemigas.
Me pregunto,
mientras ellos parecen
otra vez hablar de ti,
si tú eres feliz con lo que dicen.
Antes,
era horror, tu solo sustantivo.
Y ahora,
que tu piel descascarada se une con la mía,
te veo distinta.
Estás cambiada,
ya no eres susto,
Das gusto… Y ¡qué gusto!
Parece que a lo lejos
me invitas a seguirte.
Estás radiante,
preciosa,
bendita.
Meditas sin rostro a distancia,
y a la vez tomas mi mano.
Omnipresente,
ausente,
consciente.
Lo soy todo y nada en tus labios
que pronuncian mi nombre, repetidamente.
Estoy para entregarme a ti,
mientras las plegarias
me llaman desde las raíces.
Y no quiero oírlas.
Ya no quiero oírlas.
Ahora solo quiero tus frases cortadas
que indican caminos que se construyen mientras floto.
Que me dejen en paz
los vicios del amor terrenal,
de la esclavitud emocional.
Porque ya no quiero oírlas.
Ya no quiero oírlas.

Natural-esa

¡Todo les parece tan normal!
¡Que les cae del espacio,
que les brota del aire!

¡Todo les parece cotidiano.
Que les llegue a la mesa,
que se lo sirvan entero!

¿Qué hay detrás?
¿Y al frente?
¿Qué hay debajo?
¿Y en sus mentes?

Recursos inagotables.
A sus anchas, a sus largas.
No imaginan lo inevitable,
van a matarse por el agua.

Y yo, yo los miro a 360 grados.

Soy la natural-esa,
a la que le vibra el suelo
para que tu siembres y comas.

Soy tu naturaleza,
aquella que te brinda amaneceres,
la que te lleva el sol a la alcoba.

Soy la natural-esa,
que te provee sin mezquinar.
Soy tu naturaleza,
esa que intentas cuidar.

Mas, se te ha ido de las manos todo ya:
el tiempo,
las leyes,
la vida,
las maneras.
Se te han ido las ganas,
porque nada basta.

Y finges tranquilidad de conciencia.
obviando el sorbete.
Mientras lavas la ropa desperdicias
62 litros de agua
y me lanzas el tóxico detergente.

Y finges que limpias mis playas,
mientras tomas un crucero al Caribe.
Y aquella agua gris de la sentina,
acaba en el fondo de mi mar mientras ríes.

Dices que no botas papeles,
pero compras plástico y metal.
Dices que no contaminas,
pero no sabes la hora adquirir más.

Tu estilo de vida en mi casa,
lo sabes, no cambiará.
La natural-esa
más tarde que temprano renunciará.

Mientras camina e intenta.
Te veo y aplaudo desde acá.
Mírame en cada paso,
aprende a amarme ya.

Me acabo y aunque despacio,
aprecio tu esfuerzo hasta el final.
Encárgate de retribuirme el ocaso
con la actitud de reusar.
Soy tu naturaleza,
tu refugio, tu llegada,
tu fortaleza y sin juzgar,
no soy esa
a quien puedes renunciar.

Manifiesto de un árbol

¡No respira mami,
no respira!
Le han faltado el respeto,
talando sus ramas
y han echado cemento
sobre sus pies…

¡Se seca mami, se seca!
Han pintado sus hojas,
marchito metálico.
Y su tallo cuarteado
llora este mes…
¡No llueve mami,
no llueve,
y nadie lo puede regar!

En su entorno sangrante
hay solo muertos.
Más como él, a la mitad.
Y en el perímetro circundante
crecen regios,
los fósforos que alguien
‘sin querer’ pudo olvidar.

Y nadie se conmueve…
Pasean y se pasan.

Dejan que aquel se consuma
en el falso verdor
de una lluvia suave,
entre la basura gris
de un edificio joven.

Que se lo lleve la pala,
que viene a construir,
que le destrocen los brazos,
no deja de obstruir.

Que Pepita no ve la calle,
que Juanito quiere aparcar.
Que se cruza con aquel proyecto,
que no pueden descontinuar.
Que se ha muerto de a poco,
que nadie quiere enterrar,
y como él, un parque entero,
esto solo en la vecindad.

Aquel cansado árbol
recorre con su mirada dentro
y se fija también en tu sofá.
Tu centro de mesa sobrepuesto,
tu coqueta, otro mueble y el altar…
Reconoce a su hermano el roble,
a su amigo el pino,
a su tío el sauce
y a su padre Guayacán.

Y manifiesta: a ti ecologista
¿puedes dejarme en paz?
Te pretendes defensor, activista
pero te fascina comprar.
Y aquel olor a madera,
que despide tu sala de estar
es el hedor de la muerte
de mi casa, de mi hogar.

Hadas pintoras

Genios, figurillas,
magia y estatuillas.
Han pintado el bosque
todas ellas solas
trayendo acuarelas
colores mar y olas…

Guerreras del tiempo,
protectoras de emociones;
cuidadoras del secreto
de los árboles cantores.
Han movido las manos
de hombres y mujeres
y motivado el cuidado
de mil atardeceres.

Ellas vieron almas,
salmos de viento al sol.
Ellas vieron ramas,
vida entregada al amor.
Y dieron al hombre arte,
dieron inspiración.
Y dieron al hombre parte,
en su papel de traductor.

Hadas de ensueño pintan
el bosque multicolor
para regalar compromiso
y dar al mundo, unión.
¡Oíd! Está entre sus manos
este frondoso verdor,
desde la realidad del ser humano
hacerse cargo con pasión.

Soy una

Bajo mis pies
tierra negra
de sabor a historia,
a dolor y a luchas,
a estupor y encanto.

Sobre mi cabeza
azul cielo,
postre de merengue,
dios omnipresente,
testigo de mi canto.

Y en el abrazo las ramas
de aquel árbol viejo
que llora ante aquel ‘festejo’
de matar su alma.
Se declara inocente
de crecer tan alto
y destruir el suelo
que le dio su espacio…

Bajo mis días
toneladas
de algo que no sirve,
y que va marcando
la arena que piso.

¿Sobre mi vida?
Costumbres
de vejez inconsciente
que no tiene hoy culpa
de lo que al mundo hizo.

Y a mi lado
mis ganas
de salvar lo restante
de cuidar a la gestante
que me alimenta la vida.
Lo intento de a poquito,
más no puedo sola
y si no es ahora
se abrirá más la herida…