Café sobre la mesa

Cotidianidad bendita y
desconocida:
Él yace desnudo en la cama.
yo coloco su café sobre la mesa.

Estoy imaginándolo cerca.
Ahora es solo aire,
mi yo hablando al vacío,
un recuerdo más para el tanatopractor.
No lo sabía en ese entonces.
No lo hubiera sabido,
ni si lo hubiesen contado.

Pan caliente,
huevos, té y el amor flotando.
Tenía más sentido todo,
tenía más sentido yo.

Él se envuelve en el cobertor
y me mira.
Todo por la rendija
entre la puerta y la pared de la alcoba,
yo le beso la mejilla
en un intento furtivo a distancia.
Me devuelve el ademán,
es lunes.
Debo hacerle caso a la prisa,
el trabajo no espera,
pero me cuesta…

Le miro la piel.
¡Cuánto extraño ese extenso órgano tan mío!
Ese camino de un metro setenta,
que hilaba poros en sucesión.
Porque era solo mío.
Es de uno lo que se conoce en olor,
de centímetro en sentimiento.
Mío aunque no lo hubiese podido pagar
con tanto amor por aquel tiempo.

Huele a chocolate,
murmuraba.
Y yo,
al café lo convertía en moccacino.
A su pedido,
a su voz.
Ojalá pudiera despertarme
de la indigna lucha por olvidarlo.

Se menean sus muslos,
entre los hilos egipcios
y el peluche (regalo) de febrero…
Y yo,
yo le repito que lo quiero.

Es martes.
Ayer fin de mes.
Su cumpleaños,
nuestro aniversario.
Llega el mail programado
en su ausencia que jamás veré.
Preparo entonces,
mi último café.
Lo vuelvo a ver entre el espacio
que deja la puerta y la pared,
me hace de la mano.

Le doy vueltas al vaso,
cianuro de potasio
y dos cucharadas de café.
Lo bebo, lo veo de nuevo
y me marcho con él.

De no despertar

Si mañana la vida
decide cerrarme los ojos,
habré gozado en plenitud
de la alegría y del enojo.

Si mañana la vida
no me tiene más paciencia,
habré amado hasta el cansancio
y disfrutado la experiencia.

Si mañana la vida
me quita la respiración de tajo,
habré de recibir la muerte
jamás con pensamiento cabizbajo.

Si mañana la vida
elige arrancarme del mundo,
habré entregado totalmente
mi corazón en cada segundo.

Si mañana la vida
no me da otro momento,
quiero que me agarre sonriendo
y con el orgullo contento.

Y si mañana la vida
suspira mi espíritu de pronto,
que me encuentre en los brazos
de algún placer tonto.