Ayúdame a morir

Dolor, estupor…Estoy inerte.
Ha llegado la hora.
¿Miedo, mi bien?…Suerte.
El final no demora.
Te necesito.
¿Puedes no quererme?

Sudor y un hedor fuerte.
Tú, mi valiente en mente.
¿Me darás una mano
cuando te pida la muerte?
Y solicito, también,
me muestres los dientes.
Como la primera sonrisa
allá por el cincuenta y siete.

Concentración y calma.
Necesito tu paz y tu olor.
Acaríciame de las manos, las palmas,
ten piedad de mi extenso dolor.
Y no temas,
contigo está mi amor.

Frío. Calor. Gotas.
¿Serás capaz de colgar mis botas?
Te busco porque has sido mi compañero.
De todas mis aventuras, el primero.
Solo pido descanso.
¿En eso hay algo de malo?
Solo ruego que no lo juzguen,
puedo dar fe de haberlo amado.

A menudo. Mañana. Siempre. Otra vez.
Que te llamarán culpable, lo sé.
Que podrás enfrentarlo, quizás.
Que voy a protegerte, desde allá.
Envíame al cielo o al infierno,
todo es mejor que el sufrimiento.
Desvía este tren de un solo pasajero,
déjame morir – por favor – lo anhelo…

Derretida

Fuego bañando mis entrañas,
conquistando aquella tierra tan huraña…
¡Cuántas llamas idas que no arañan!
¡Cuántas de esas nuevas que te engañan!

Limpia fuego, limpia.
Límpiame la espalda.
Necesario es quemar para sembrar,
rozar aunque sea dejando escaras.

Cera de velas,
humo sin quema,
no seas literal
de no querer candela.
Esconde, pregunta, discreto en mis rutas.
Vuelve la mirada, ¡cuidado me insultas!
No seas necio, no me discutas,
que tu corres libre fingiendo que me escuchas.

Fuego mío no pidas permiso,
quémame ahora que no hay compromiso.
Siendo ajenas tus llamas, que no lancen gritos,
que pueda oírte el agua y te apagará de imprevisto.

Oh fuego arde hasta el día en que no puedas.
Dime mentiras, usa falsas pruebas.
Demuestra que quemarme me volverá más buena;
que todo lo que quiero ahora es arder en tus venas.